Claves para lograr un envejecimiento normal y exitoso

Desde el punto de vista neuropsicológico se diferencian dos grandes tipos de envejecimiento: el envejecimiento normal y el envejecimiento patológico. Por envejecimiento normal se entiende aquel que experimenta la mayoría de la población, en el que no existen patologías neurodegenerativas y el deterioro cognitivo es atribuible a los cambios que se producen en un cerebro sano al envejecer (Barroso, Correia, & Nieto, 2011).

En relación a los cambios que se producen en el cerebro sano al envejecer, la “hipótesis frontal del envejecimiento” (Demster, 1992; Wenster, 2000; citado en Barroso, Correia, & Nieto, 2011), la cual ha sido muy criticada desde la comunidad científica, considera que el deterioro cortical frontal, la degeneración de estructuras subcorticales como el núcleo caudado y la afectación de sustancia blanca que conecta estas estructuras son responsables de la mayoría de cambios cognitivos acontecidos durante el envejecimiento normal. Por consiguiente, no es de extrañar que la mayoría de las capacidades prefrontales se vean afectadas durante el envejecimiento normal: fluidez verbal, inhibición, flexibilidad cognitiva, planificación, memoria de trabajo, entre otras. Dichos déficits se traducen en una marcada preferencia por la rutina y una menor tolerancia a las improvisaciones y dificultades a la hora de realizar tareas en paralelo o alternar entre ellas; de manera que la mayoría de actividades quedan inacabadas o mal ejecutadas, lo que genera en el individuo fracaso y frustración, y que puede generar apatía, desgana, falta de iniciativa, lo que, a su vez, conlleva aislamiento y retraimiento en la persona mayor.

En adición, el deterioro de la memoria en el envejecimiento normal es más común en la memoria episódica que en la semántica, encontrándose las dificultades más en las fases de adquisición y evocación espontánea de la información que en la consolidación de la misma. Señalar que esta afectación mnésica muestra mayor asociación con el deterioro corticosubcortical frontal citado anteriormente que con un patrón de afectación temporomedial (Hallan, Price, & Larue, 2003; citado en Barroso, Correia, & Nieto, 2011). Esta diferenciación es muy útil, puesto que puede facilitar el diagnóstico diferencial del deterioro cognitivo en el envejecimiento.

Al igual que la memoria, el lenguaje es otro de los dominios cognitivos que mayor información aporta al diagnóstico diferencial, ya que en el envejecimiento normal, éste no muestra casi deterioro, observándose únicamente una leve anomia (que se hace evidente en el habla espontánea), disminución de la fluidez verbal (semántica y fonológica), dificultad para la comprensión de estructuras gramaticales complejas y dificultad en la descripción de objetos (Roy & Garzón, 2011). 

Asimismo, el enlentecimiento de la velocidad de procesamiento que se observa en la vejez a nivel cognitivo y motor, los déficits sensoriales, la familiaridad de la tarea y posibles tratamientos de enfermedades concomitantes deben ser tenidos en cuenta a la hora de valorar el perfil de afectación, por lo que, en este sentido, debemos también ser cautos.

Por otro lado, subrayar la  importancia que cobran todos los cambios psicosociales que se  experimentan a estas edades (pérdida de la pareja, aislamiento, soledad, etc.), puesto que son frecuentemente originarios de depresión, debido a que su etiología, como en jóvenes, es biopsicosocial. En relación a este aspecto, aclarar que en la depresión de inicio tardío (después de los 60 años) existe menor frecuencia de antecedentes psiquiátricos y mayor presencia de síntomas psicóticos (ideas paranoides de robo, etc.). También es importante recalcar que la evolución a demencia es una complicación frecuente en la depresión tardía, especialmente en los cuadros con afectación cognitiva importante. De hecho, no debemos olvidar que el deterioro cognitivo leve (estadio transicional entre el deterioro cognitivo normal por el envejecimiento y el deterioro más grave de la demencia) se halla presente en más del 60% de los pacientes con depresión geriátrica (Dechent, 2008). Por lo cual, en estos casos, a mayores, se recomienda realizar evaluaciones neuropsicológicas periódicas para observar la respuesta al tratamiento y la evolución del cuadro.

No obstante, tampoco debemos obviar los factores protectores del envejecimiento. A este respecto, son muchos los datos de investigaciones que avalan el nivel de educación y su efecto protector sobre el envejecimiento cognitivo. Aunque la mayoría de estudios apoyan que el nivel educativo alto retrasa la aparición de demencia, existen divergencias en cuanto a su evolución. Así, cuando aparecen las manifestaciones clínicas de enfermedad neurodegenerativa, las personas con un alto nivel educativo presentan un declive más rápido, debido a que en el momento de realizar el diagnóstico la lesión es mayor que cuando se realiza el diagnóstico a personas con bajos niveles educativos. El mecanismo por el que este factor ejerce sus efectos positivos no está exento de controversia: unos sugieren que puede tener un efecto beneficioso sobre el establecimiento de los circuitos y funciones cerebrales en las primeras etapas de vida y otros argumentan que la educación fomenta la realización de actividades intelectuales a lo largo del ciclo vital, las cuales contribuyen al mantenimiento de la función cognitiva (Ballesteros et al., 2016).

Ahora bien, lo que sí debemos tener en cuenta es que la reserva cognitiva, capacidad que tiene el cerebro de compensar el deterioro relacionado con el paso de los años o una determinada patología, no solamente depende del nivel educativo o algún otro factor relacionado, sino también de que se haya adoptado un estilo de vida saludable.

Por último, otro importante aspecto a considerar es que de la calidad de vida de los mayores va a depender en gran medida de que envejezcan de forma normal o que tengan un envejecimiento patológico. Atendiendo a estas consideraciones, indicar que el buen funcionamiento cognitivo va a ser uno de los principales determinantes de la calidad de vida de estas personas y el pilar de lo que se conoce como "envejecimiento normal y exitoso" (Ballesteros et al., 2016).

En conclusión, hoy en día, es más necesario que nunca conocer los factores protectores del envejecimiento, los factores que pueden mejorar la calidad de vida de los mayores y las diferentes intervenciones que pueden aumentar el bienestar físico, cognitivo, psicológico y social de estas personas con el objetivo de lograr un "envejecimiento normal y exitoso" (Ballesteros et al., 2016).


Envejecimiento normal versus Envejecimiento patológico

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