Las tres llaves del éxito y la felicidad

En los años 60, el psicólogo Walter Mischel, entonces investigador de la Universidad de Stanford, realizó un experimento conocido como Marshmallow Experiment que consistía en poner un malvavisco delante de preescolares de 4 años de edad con la promesa de que si esperaban un tiempo a comérsela se les recompensaría con un segundo malvavisco después. El objetivo de este experimento era observar la edad a la que se adquiere la capacidad de postergar la gratificación instantánea como forma de observar el desarrollo de la capacidad de autocontrol. El resultado fue que solo un tercio de los niños estudiados eran capaces de esperar los quince minutos establecidos para conseguir así la esperada recompensa, mientras que el resto de los niños se comía el malvavisco trascurridos diferentes cantidades de tiempo desde el inicio de la prueba. Todo ello indicó que la edad es un factor determinante en el desarrollo de la capacidad de autocontrol y lo díficil que le resulta al cerebro en desarrollo esperar y realizar un ejercicio de autocontrol, el cual es un factor muy importante para el éxito.

Lo más interesante de esta investigación fue corroborar la importancia que tiene el desarrollo de la capacidad de autocontrol en la vida del niño, dado que, posteriormente, se hicieron varios estudios de seguimiento de los niños que participaron en el experimento y se comprobó que:

  • En el estudio llevado a cabo en 1989 se halló que los niños que eran capaces de postergar la gratificación instantánea eran cognitiva, social y académicamente más competentes que quienes no se pudieron resistir a la tentación de comerse el malvavisco.

  • En el estudio realizado en 1990 se encontró que  los puntajes obtenidos en la prueba SAT y la capacidad de logro de sus objetivos y manejo del estrés eran muy superiores en los sujetos que de niños lograron resistir la tentación de comer el malvavisco.

  • Se les sometió a un escáner cerebral cuando eran adultos y se hallaron las siguientes diferencias en sus cerebros: quienes resistieron la tentación tenían una corteza prefrontal más activa que los que se comieron el malvavisco. Apuntar a este respecto que las funciones de la corteza prefrontal son múltiples (funciones ejecutivas, conducta social, motivación, percepción y expresión de emociones y algunos aspectos de la personalidad también están mediados por esta región del cerebro) y que es la última área del cerebro en desarrollarse (no termina su desarrollo hasta principios de la edad adulta).

  • Además, el psicólogo Walter Mischel, asistido por un grupo de colegas interesados en proseguir sus experimentos,  estudió la relación de la capacidad de postergar la gratificación  instantánea con el índice de masa corporal (IMC) y el funcionamiento social. Los jóvenes que de niños no se pudieron resistir a la tentación poseían un mayor IMC (evidencia de sobrepeso) y tendencia  a conductas inadaptadas socialmente y de adicción a drogas.

Por consiguiente, lo sorprendente de este experimento fue descubrir que, con el paso de los años, cuando estos mismos niños estaban en la universidad o comenzando su vida laboral, aquéllos que esperaron para obtener la gratificación eran más exitosos, tenían mejores calificaciones o un mejor empleo; sin embargo, los dos tercios que habían sido incapaces de esperar eran los que tenían peor empleo y menos éxito personal. 

En adición, la diferencia emocional y social existente entre aquéllos que se apresuraron a coger la golosina en comparación con aquéllos que demoraron la gratificación fue contundente. Estos últimos eran socialmente más competentes, mostraban una mayor eficacia personal, eran más emprendedores y más capaces de afrontar las frustraciones de la vida. Se trataba de personas poco proclives a desmoralizarse, estancarse o experimentar algún tipo de regresión ante las situaciones tensas, no se desconcertaban ni quedaban sin respuesta cuando se les presionaba, no huían de los riesgos sino que los afrontaban e incluso los buscaban, confiaban en sí mismos y en los demás, eran personas honradas y responsables que tomaban la iniciativa y se zambullían en todo tipo de proyectos y, con el paso de los años, seguían siendo capaces de demorar la gratificación en la búsqueda de sus objetivos. No obstante, los dos tercios de preescolares que no pudieron resistirse a la tentación presentaban un perfil psicológico diferente: eran personas más temerosas de los contactos sociales, más indecisos, más testarudos, más perturbados por las frustraciones, con una menor autoestima, desconfiados, celosos, envidiosos, con tendencia a reaccionar desproporcionadamente y a enzarzarse en toda clase de discusiones y peleas y, además, con el paso del tiempo seguían siendo incapaces de demorar la gratificación (Goleman, 2010).

Por lo tanto, todo parece indicar que la capacidad de postergación de la gratificación instantánea contribuye al potencial intelectual de un modo completamente ajeno al CI. La buena noticia es que el dominio del control de impulsos (autocontrol), las habilidades emocionales y el saber leer situaciones sociales pueden entrenarse. TRES LLAVES que, indudablemente, nos abrirán las puertas al éxito y la felicidad. 

Por último, quiero añadir que este experimento subraya el papel de la inteligencia emocional como una metahabilidad que determina que una persona sea capaz de utilizar el resto de sus capacidades mentales y la importancia hoy en día de la neuroeducación en nuestras aulas.

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