Amígdala cerebral y aprendizaje

La amígdala o complejo amigdalino es una pequeña estructura subcortical con forma de almendra que se encuentra en el interior del lóbulo temporal medial adyacente a la porción anterior del hipocampo, lindando con la corteza periamigdaloide y la corteza parahipocampal. Esta estructura envía información al hipotálamo y al tronco del encéfalo para poner en marcha los tres componentes de una emoción (conductual, autonómico y endocrino) como respuesta a situaciones de índole variada. La amígdala recibe información sensorial del tálamo y de la corteza sensorial. También recibe información de la corteza de asociación y del sistema límbico (sobre todo, de la formación hipocampal). Además, esta estructura envía conexiones a la corteza sensorial, a la corteza frontal, a la formación hipocampal, al hipotálamo y a diferentes núcleos del tronco del encéfalo.

La amígdala está implicada en los diferentes efectos de las emociones en los procesos cognitivos (atención, memoria, cognición social, etc.) y en las reacciones emocionales, ya que es un conjunto de núcleos que conectan las áreas corticales que procesan los distintos tipos de información con los sistemas efectores del hipotálamo y del tronco encefálico. En este sentido, dicha estructura proyecta: a) sobre diferentes ganglios basales modulando el aprendizaje instrumental; b) sobre la corteza prefrontal influyendo sobre la toma de decisiones y la cognición social; c) sobre el lóbulo temporal medial participando en la consolidación de la memoria; d) sobre el prosencéfalo basal y la corteza retrosplenial interviniendo sobre los sistemas atencionales, etc.

En relación al aprendizaje, distinguimos dos tipos de aprendizaje emocional: el aprendizaje emocional implícito y el aprendizaje emocional explícito. De estudios con pacientes con lesiones de la amígdala y el hipocampo se concluye que esta estructura es crítica para la adquisición y la expresión implícita del aprendizaje y la memoria emocional (p. ej.: respuesta de miedo condicionada) y también puede intervenir en el aprendizaje emocional de tipo explícito. De hecho, las interacciones de la amígdala con el sistema de memoria explícito dependiente de la formación hipocampal puede darse en relación a dos aspectos claramente diferenciados: a) la amígdala puede aumentar la fuerza de las memorias explícitas, modulando así el almacenamiento de dichas memorias (se recuerdan mejor las situaciones con mucha carga emocional o con mayor grado de significación emocional que las situaciones neutras); b) la amígdala es necesaria para las respuestas emocionales indirectas a estímulos cuyas propiedades emocionales se aprenden de forma explícita (p. ej.: es el tipo de aprendizaje en el que aprendemos a temer o a evitar un determinado estímulo por lo que nos han contado o hemos oído). No obstante, cabe subrayar que, tanto si la manera como aprendemos la naturaleza aversiva o amenazante de un determinado estímulo es implícita como explícita o de ambos tipos, la amígdala siempre desempeñará un papel en la expresión indirecta de la respuesta de miedo hacia dicho estímulo.

En la literatura científica, existen diversos trabajos que han intentado analizar el papel de la amígdala en la modulación de la formación de la memoria de tipo explícito. Autores como Cahill y McGaugh (1995, 1998) sugieren que acontecimientos emocionalmente arousalizantes aumentan la memoria al poner en marcha sistemas que regulan el almacenamiento de la información que se está adquiriendo. Su hipótesis se conoce como "hipótesis de la modulación emocional de la memoria" y enfatiza el papel de la amígdala en la facilitación del proceso de consolidación de las memorias en otras regiones del cerebro después de que la situación emocional haya tenido lugar. Según esta hipótesis, el componente arousal de una emoción desempeña un papel esencial para explicar la función de la amígdala en la modulación de la memoria explícita; sin embargo, este efecto modulador queda bloqueado en pacientes con lesión bilateral de la amígdala.

Especialmente, la amígdala basolateral, desempeña un papel crítico en la acción del arousal emocional sobre los procesos de memoria y aprendizaje. Además del aprendizaje emocional que tiene lugar intrínsicamente en la amígdala (p. ej.: el condicionamiento de la respuesta al miedo), desde la amígdala se establecen proyecciones bidireccionales directas e indirectas hacia estructuras cerebrales que resultan críticas para los diferentes sistemas de memoria. Las conexiones bidireccionales directas con el sistema de memoria del lóbulo temporal medial están implicadas en la consolidación de las memorias de tipo explícito y condicionamientos complejos como el condicionamiento de la respuesta del miedo al contexto. También presenta conexiones bidireccionales directas e indirectas con el córtex prefrontal dorsal y ventral implicadas en la memoria operativa, la memoria semántica, la memoria prospectiva, el uso de estrategias de memoria por parte del sujeto, la metamemoria, el aprendizaje de extinción, el priming conceptual, la memoria episódica, etc. De igual forma, la amígdala está conectada directamente con el cuerpo estriado, el cual está relacionado con la memoria procedimental (aprendizaje procedimental) y el aprendizaje vinculado al refuerzo. En suma, se halla conectada indirectamente con el sistema de memoria en el que participa el cerebelo y que resulta importante para el aprendizaje motor y para diferentes condicionamientos complejos. Asimismo, las conexiones bidireccionales directas de la amígdala con la corteza sensorial ayudarían a explicar su posible influencia sobre el almacenamiento de la memoria y el priming conceptual y perceptual (Redolar, 2012, 2013).

Finalmente, quiero aclarar que, aunque la activación del eje hipotálamo-hipofisiario-adrenal y la liberación de catecolaminas por parte del sistema nervioso autónomo (rama simpática) podrían constituir los efectos más duraderos de la amígdala sobre la consolidación de la memoria en curso en diferentes sistemas, debemos tener en cuenta que el estrés excesivo o crónico afecta negativamente al cerebro y perjudica el aprendizaje.

Así pues, como ya apunté en el post "Motivación y emoción: herramientas poderosas en el aprendizaje", las emociones positivas son una poderosa herramienta para el aprendizaje, ya que la amígdala facilita los procesos de consolidación de la memoria declarativa (explícita) como de la memoria no declarativa (implícita) cuando la información tiene una carga emocional o  grado de significación emocional importante y, además, modula otros procesos cognitivos implicados en el aprendizaje (atención, etc.). En consecuencia, hoy en día, en este contexto, se hace indispensable "formar maestros emocionalmente inteligentes" que puedan cumplir el reto de educar en un clima de aula que impacte positivamente en el aprendizaje de sus alumnos (Buitrón & Navarrete, 2008).

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