Las funciones ejecutivas del cerebro humano son un conjunto de funciones directivas que incluyen aspectos muy variados de la programación y ejecución de las actividades cerebrales, son el cerebro de nuestros cerebros (Lopera, 2008).
Pese a que las funciones ejecutivas no dependen exclusivamente del córtex prefrontal, esta región desempeña un papel crucial en el funcionamiento ejecutivo. El córtex prefrontal se divide anatómicamente en tres grandes regiones: el córtex prefrontal dorsolateral, el córtex prefrontal orbital (córtex prefrontal ventromedial y córtex orbitofrontal lateral) y el córtex cingular anterior. Además, funcionalmente se distinguen tres circuitos que conectan áreas prefrontales con estructuras subcorticales: el circuito prefrontal dorsolateral, el circuito orbitolateral y el circuito prefrontal medial o cingulado anterior (Campabadal et al., 2016). En otro post ampliaré la información sobre las funciones de cada una de las áreas cerebrales mencionadas.
Dentro de las funciones ejecutivas encontramos distintos procesos fundamentales para nuestro día a día y para evaluar el comportamiento necesario para adaptarnos eficazmente al entorno y para alcanzar nuestros objetivos y metas como la memoria de trabajo, el razonamiento, la planificación, la flexibilidad cognitiva, la toma de decisiones, la inhibición, entre otras muchas (Bauermeister, 2008).
En este sentido, Facundo Manes, neurocientífico argentino, afirma en su charla "Lo que nos hace humanos: secretos del lóbulo frontal" (TEDx Talks, 2012) que las relaciones con los otros son fundamentales y que “no debemos considerar el cerebro aislado, sino en interacción con otros cerebros”, ya que “el cerebro humano es un órgano social”. En adición, también afirma que “parte de la complejidad de nuestro cerebro humano se explica por la complejidad social que nuestra especie ha alcanzado”.
Concretamente, el papel de las funciones ejecutivas en la sociedad es fundamental dado que:
Asimismo, la cognición social requiere de un modelo mental del sujeto (autoconocimiento) que le permita identificar su papel particular dentro de un contexto familiar, laboral y social (pilares que construyen hoy día nuestra sociedad) de forma que pueda estimar, regular y planear cómo puede satisfacer sus intereses en un ambiente social cada vez más complejo (Shammi & Stuss, 1999; citado en Flores, 2008). De hecho, las demandas de la sociedad cambiante en la que vivimos exigen que ajustemos constantemente el pensamiento adquirido en situaciones antiguas a las nuevas situaciones y, por ende, exigen que seamos cognitivamente flexibles.
Por todo lo expuesto anteriormente, se concluye que a diferencia de la mayoría de las funciones neuropsicológicas, las disfunciones ejecutivas, por muy leves que estas sean, tienen un gran impacto en las actividades de la vida diaria y en la interacción con los demás y, por consiguiente, en nuestra sociedad, puesto que como diría Goldberg (2001), las funciones ejecutivas son el “director de orquesta” de ese “cerebro social” descrito por Facundo Manes en su charla "Lo que nos hace humanos: secretos del lóbulo frontal" (TEDx Talks, 2012).
A modo de apunte, para aquellos de vosotros que os interesen los secretos del lóbulo frontal, las regiones medial y cingular, sobre todo el cíngulo anterior, se han relacionado con la motivación dirigida hacia una acción, con la actividad exploratoria y la iniciativa para dirigir la atención. Además, el cingulado anterior parece implicado en la monitorización de la conducta y en la corrección de los errores (por lo que se ha relacionado con las tareas de tipo paradigma Stroop) y, en estudios con neuroimágenes funcionales, el cíngulo se activa en la supervisión atencional de estímulos nuevos. De ahí la importancia del lóbulo frontal, ya que no solo nos humaniza, sino que, como bien subraya Facundo Manes al inicio de su charla, permite al cerebro humano superar a una máquina a la hora de aterrizar un avión en las condiciones que lo hizo el Capitán Sully, ya que tomó la iniciativa, hizo lo correcto en el momento adecuado y se adaptó a los elementos que tenía que enfrentar, gracias a que las funciones ejecutivas son un conjunto de procesos cognitivos que actúan en aras de la resolución de situaciones novedosas para las que no tenemos un plan previo de resolución (Campabadal et al., 2016).
Pese a que las funciones ejecutivas no dependen exclusivamente del córtex prefrontal, esta región desempeña un papel crucial en el funcionamiento ejecutivo. El córtex prefrontal se divide anatómicamente en tres grandes regiones: el córtex prefrontal dorsolateral, el córtex prefrontal orbital (córtex prefrontal ventromedial y córtex orbitofrontal lateral) y el córtex cingular anterior. Además, funcionalmente se distinguen tres circuitos que conectan áreas prefrontales con estructuras subcorticales: el circuito prefrontal dorsolateral, el circuito orbitolateral y el circuito prefrontal medial o cingulado anterior (Campabadal et al., 2016). En otro post ampliaré la información sobre las funciones de cada una de las áreas cerebrales mencionadas.
Dentro de las funciones ejecutivas encontramos distintos procesos fundamentales para nuestro día a día y para evaluar el comportamiento necesario para adaptarnos eficazmente al entorno y para alcanzar nuestros objetivos y metas como la memoria de trabajo, el razonamiento, la planificación, la flexibilidad cognitiva, la toma de decisiones, la inhibición, entre otras muchas (Bauermeister, 2008).
En este sentido, Facundo Manes, neurocientífico argentino, afirma en su charla "Lo que nos hace humanos: secretos del lóbulo frontal" (TEDx Talks, 2012) que las relaciones con los otros son fundamentales y que “no debemos considerar el cerebro aislado, sino en interacción con otros cerebros”, ya que “el cerebro humano es un órgano social”. En adición, también afirma que “parte de la complejidad de nuestro cerebro humano se explica por la complejidad social que nuestra especie ha alcanzado”.
Concretamente, el papel de las funciones ejecutivas en la sociedad es fundamental dado que:
- Para interactuar unos con otros debemos estar continuamente activando las diferentes memorias (ya sea para no repetir palabras en nuestro discurso, recuperar las reglas cognitivas y sociales que hemos aprendido de niños y que nos permiten interactuar positivamente en la sociedad, etc.).
- El lenguaje es esencial para la interacción social (fluidez verbal).
- Permiten tomar decisiones correctas en un contexto social (para no padecer “miopía del futuro”, debido a que pacientes con lesiones del córtex orbitofrontal seleccionan cursos de acción asociados a recompensas inmediatas, incluso cuando estos conllevan la aparición de consecuencias negativas para el futuro) (Bechara, Damasio, & Damasio, 2000).
- Inhibir inputs internos y externos que puedan interferir en la conducta, discurso o en la cognición en general como impulsos y conductas instintivas; habilidad cognitiva que forma parte de las funciones ejecutivas (control inhibitorio).
- Permiten adaptarnos al contexto y solucionar conflictos sociales y problemas interpersonales (flexibilidad cognitiva y conductual).
- La motivación y la planificación para canalizar la emoción son indispensables para lograr metas/objetivos a corto o a largo plazo en nuestra sociedad.
- La sociedad cada vez nos exige que hagamos más y más tareas a la vez (branching).
Asimismo, la cognición social requiere de un modelo mental del sujeto (autoconocimiento) que le permita identificar su papel particular dentro de un contexto familiar, laboral y social (pilares que construyen hoy día nuestra sociedad) de forma que pueda estimar, regular y planear cómo puede satisfacer sus intereses en un ambiente social cada vez más complejo (Shammi & Stuss, 1999; citado en Flores, 2008). De hecho, las demandas de la sociedad cambiante en la que vivimos exigen que ajustemos constantemente el pensamiento adquirido en situaciones antiguas a las nuevas situaciones y, por ende, exigen que seamos cognitivamente flexibles.
Por todo lo expuesto anteriormente, se concluye que a diferencia de la mayoría de las funciones neuropsicológicas, las disfunciones ejecutivas, por muy leves que estas sean, tienen un gran impacto en las actividades de la vida diaria y en la interacción con los demás y, por consiguiente, en nuestra sociedad, puesto que como diría Goldberg (2001), las funciones ejecutivas son el “director de orquesta” de ese “cerebro social” descrito por Facundo Manes en su charla "Lo que nos hace humanos: secretos del lóbulo frontal" (TEDx Talks, 2012).
A modo de apunte, para aquellos de vosotros que os interesen los secretos del lóbulo frontal, las regiones medial y cingular, sobre todo el cíngulo anterior, se han relacionado con la motivación dirigida hacia una acción, con la actividad exploratoria y la iniciativa para dirigir la atención. Además, el cingulado anterior parece implicado en la monitorización de la conducta y en la corrección de los errores (por lo que se ha relacionado con las tareas de tipo paradigma Stroop) y, en estudios con neuroimágenes funcionales, el cíngulo se activa en la supervisión atencional de estímulos nuevos. De ahí la importancia del lóbulo frontal, ya que no solo nos humaniza, sino que, como bien subraya Facundo Manes al inicio de su charla, permite al cerebro humano superar a una máquina a la hora de aterrizar un avión en las condiciones que lo hizo el Capitán Sully, ya que tomó la iniciativa, hizo lo correcto en el momento adecuado y se adaptó a los elementos que tenía que enfrentar, gracias a que las funciones ejecutivas son un conjunto de procesos cognitivos que actúan en aras de la resolución de situaciones novedosas para las que no tenemos un plan previo de resolución (Campabadal et al., 2016).